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lunes, 22 de mayo de 2017

"Z. La ciudad perdida"

Todos tenemos en mente a los viajeros y exploradores incansables que a lo largo de los siglos y especialmente en el siglo XIX y primer cuarto del XX, se adentraron en territorios inhóspitos en su afán de descubrir nuevas tierras y civilizaciones en los continentes africano, asiático y sudamericano. Novelas, libros de viajes y el mismo cine, nos han acercado a la vida y aventuras de estos singulares personajes. Percy Fawcett es uno de ellos. James Gray, director de películas tan interesantes como "La noche es nuestra" o "Two Lovers" se ha embarcado en la historia de este oficial británico que durante el primer cuarto del siglo XX exploró hasta en siete ocasiones, de las cuales tres se describen en la película, en las selvas amazónicas de la frontera entre Bolivia y Brasil. La misión de cartografiar esta zona conflictiva por encargo de la Royal Geographical Society, le llevó desde 1906 a embarcarse en una serie de viajes cuyo último fin fue localizar civilizaciones perdidas y ciudades desaparecidas. 

"Z. La ciudad perdida" no es una película de aventuras en el extricto significado de la palabra en su variante cinematográfica. La película nos adentra de una manera introspectiva en los viajes, sueños, aspiraciones y deseos de un hombre volcado en la búsqueda de un reconocimiento social, no solo dirigido al ámbito geográfico y científico de la Royal Geographical Society, sino hacia la restitución del buen nombre de la familia y su propio ascenso militar. La intensa avidez de descubrir una ciudad perdida, unida a su innata capacidad de supervivencia y su carácter curioso e incluso amable, frente a los pueblo indígenas de la amazonia, hacen de él una rara avis, de esas no tan difíciles de encontrar en aquella época. 
Por aquellos años, personajes tan variopintos como Shackelton o Bingham, el descubridor de Machu Pichu, que se nombran en la película, se aventuraban en lejanas expediciones.  Años antes, África era un territorio explorado por Livingston, Burton o Speke. Sin embargo, la visión de unos exploradores y otros era a veces divergente. Leyendo a Conrad en su "Corazón de las Tinieblas", reconocemos algunas miradas del Fawcett de Gray, en las que afronta lo desconocido, plantea su visión frente a la esclavitud y la humanidad de los pueblos indígenas, de una manera sentida y profunda. Incluso la soledad del protagonista de "Lord Jim" se refleja en este paciente y constante explorador, en la búsqueda de su propio reconocimiento frente los demás y ante él mismo, en su afán de demostrar al mundo sus descubrimientos. Pero no podemos dejar de vislumbrar un dato que acerca aún más al protagonista a los primeros exploradores y conquistadores españoles. La búsqueda de El Dorado, de una ciudad perdida en la selva con tejados dorados es el leitmotiv de una historia en la que unos pocos hombres blancos, como hicieron los conquistadores de los siglos XVI y XVII, se adentran en la inmensidad de la selva utilizando como única vía de acceso el cordón umbilical de un río como unión vital con la civilización que dejan atrás.
James Gray no se aleja tanto de sus temáticas habituales. Sí que cambia de época y de trama, pero los personajes no difieren en exceso. Con una narrativa concentrada en los pensamientos Fawcett, el director perfila al protagonista en base a sus sueños y miedos, conforme a su familia y sus deseos invencibles de tomar su propio camino en la vida, en un camino de pérdidas y derrotas. Porque no olvidemos que sus personajes tienen mucho de luchadores natos, supervivientes de un entorno del que quieren salir, pero también presentan una importante connotación de perdedores en sus vidas. Con esta dinámica la película avanza en un ritmo lento, pausado, más humano que aventurero. En definitiva resulta un viaje no solo en el tiempo y en el territorio explorado, sino un viaje también al interior de Fawcett, a su alma. Gray hereda de Conrad la visión más humana y por qué no, la más pesimista de su literatura. Además, utiliza una cinematografía intimista dentro de la inmensidad de la selva, de los páramos británicos o de los campos de trincheras en Somme en 1915, entroncando cierto paralelismo con el estilo fílmico del gran Terence Malick, no solo en sus planos sino también en el uso de la fotografía. Gray es un narrador nato, un pintor que plasma en la pantalla el alma de sus personajes. 
Solo una cosa más. No acudáis al cine con la pretensión de ver una película de aventuras al uso. La película tiene su ritmo y puede resultar lenta y monótona al gran público. Su pretensión no es entretener, sino embarcarse en una aventura vital llena de peligros y casi siempre poco gratificante. Gray se embarca en un viaje interior en el que experimentará con el alma de un explorador que primará sus viajes a su familia, sus indígenas amazónicos a sus benefactores y compañeros de la Royal Geographical Society, su soñada ciudad perdida a su casa en Inglaterra. Un viaje vital en la búsqueda de un sueño casi inalcanzable.

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