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lunes, 30 de enero de 2017

"La La Land"


La sorpresa, la película, el evento del año... ¿Cómo podríamos definir La La Land? Es una película romántica y es un musical. Con estas dos características, a la que sumamos su estilo y estructura, recuerda de manera muy cercana a los clásicos musicales de los años 40 y 50. Pero voy a intentar ahondar más allá de lo meramente externo. El director, el jovencísimo, Damien Chazelle ya nos sorprendió con la magnífica "Whisplash", reseñada en este blog.
http://elpuentelejano.blogspot.com.es/2015/10/whiplash.html 
Su amor por el jazz, quedó patente de manera firme y sentida en aquella película en la que un casting acertadísimo y su impresionante manera de montar la filmación, lo situaron a niveles de alta dirección. Pues bien, en esta su segunda película, Damien da un paso más, aunque sin alejarse mucho de las bases con las que construyó su anterior película. La música jazz, un notable montaje y la pareja protagonista vuelven a conformar un film no tan novedoso en su trama, pero sí sobresaliente en su presencia, puesta en escena y sobre todo, en su alma.
Una joven pretendiente a actriz, asistente asidua  a numerosos castings y camarera en una cafetería cerca de los estudios Warner, se encuentra o desencuentra, según cómo se mire, de la manera más imprevisible con un pianista de jazz en horas bajas, amante de los clásicos músicos del género y del buen cine en pantalla grande. Ambos, unen sus esperanzas y sus vidas en un periodo que no va más allá de una primavera, un verano y un otoño. Sus aspiraciones en la vida los unen en sus esperanzas en un futuro a veces inalcanzable, una en la actuación y el otro en la música. Conforme el tiempo pasa, las oportunidades y los fracasos se suceden como las paradas de estación de un tren. La tesitura de elegir el fin buscado sin mirar el medio o seguir anhelando los sueños sin traicionar sus principios, les llevará a plantearse la vida, su vida en pareja, su porvenir profesional. Como en Whisplash, los protagonistas deben conjugar la historia de amor que viven y el hecho de conseguir sí o sí sus sueños. Esta es la tesitura. Hasta aquí la trama de fondo, la historia plena de amor, sueños y a veces, desesperanzas.
Este argumento, aunque trillado en el cine y poco novedoso en general, funciona por sí mismo de la mano de Damien y de sus dos protagonistas, Emma Stone y Ryan Gosling. El director, sin embargo, va dos pasos más allá, logrando convertir una película romántica en mucho más por varias razones. Por un lado y, como ya es habitual en él, la presencia del jazz, su espíritu y su música campan con nombre propio en este film. Los locales en los que los músicos tocan clásicos imperecederos, juegan en duelos interminables y ofrecen al público años y años de buena música, llevan el ritmo musical de la película. Y como si el director viera que sobre este argumento estabilizador ya había jugado en su anterior film, ahora da un paso adelante, convirtiendo la película en un musical. Pero no en un musical cualquiera sino como un puro y sincero homenaje al musical más clásico. Y acierta de pleno creando un espíritu que enlaza de manera perfecta con el alma de la película, aportando de la mano de Justin Hurwitz, quien ya nos apabulló en Whiplash, una serie de piezas musicales y una partitura llena de canciones frescas, pegadizas y a pesar de su modernidad, tan clásicas. Y de aquí pasamos a lo que une todas estas piezas de este bello rompecabezas. Me refiero al ágil y perfecto uso de la cámara y montaje realizado por el que ya es un gran director, el Sr. Damien Chazelle. Su capacidad para crear planos secuencias perfectamente enlazados, con increíbles giros de cámara se aúna a un estilo y diseño lleno de colorido, luz, planos increíbles y en este caso, buena música. 
Toca hablar de la pareja protagonista. Emma Stone y Ryan Gosling gozan de una empatía perfecta para afrontar con hondura, frescura y rotundidad esta historia de amor. El casting acertó al ciento por cien, con dos actores en alza, perfectos y sobre todo naturales, muy naturales. Sus miradas, las palabras que se ofrecen, las historias que sueñan y las canciones que comparten, aúnan en esta cinta lo mejor de los musicales clásicos, una historia de amor bien construida y sobre todo, un mensaje que parece que nunca deja de llenar la menta creativa de Damien Chazelle. Me refiero al amor por la música y en particular el jazz, su leitmotiv recurrente en su corta filmografía, eso sí, siempre ligado a las relaciones sentimentales y los sueños de sus protagonistas. En un momento de la película, en el que Ryan Gosling explica a Emma Stone lo que para él significa el jazz, descubre sibilinamente la trama, el sustento, el meollo de la película. Su personaje dice que el jazz es la música creada y tocada por unos músicos, que se turnan en sus piezas e interpretaciones, a su ritmo, a su libre albedrío, pisándose a veces, convirtiendo la pieza en un duelo musical, algo que al final se transforma en plena armonía llena de sentimiento, pasión y también cesión y generosidad...
Bravo, bravo, bravo.




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