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lunes, 12 de septiembre de 2016

"Outcast" - Temporada 1

Después del traslado a la pantalla de la creación "Los muertos vivientes" del guionista de cómics Robert Kirkman, la serie que hoy reseño, es otro producto que proviene del universo de la viñeta del mismo autor. El cómic comenzó a publicarse en 2014 y se adentra en el mundo de la posesiones demoniacas y la lucha contra el maligno en un pequeño pueblo de EEUU. Kyle Barnes es un joven solitario que tiene el poder de expulsar al maligno de los humanos a los que posee. Sin embargo sus métodos rozan lo ilegal y le enfrentan a graves problemas con la ley. Paralelamente, en la misma población hay un historial importante de exorcismos realizados por el predicador. El encuentro de ambos personajes les hará ver que el demonio no solo les engaña y juega con sus percepciones del bien y del mal, sino que además, iniciará una batalla en la que lo que a primera vista parece normal, no lo es tanto. 

Robert Kirkman desarrolla en esta serie algo más que una historia de misterio y posesiones. El creador norteamericano, recrea la universal batalla entre el bien y el mal, y cómo, éste último resulta más cómodo, más fácil para el ser humano. El juego del engaño campa a sus anchas en este pueblo perdido de los EEUU. Es significativo el desarrollo del personaje del predicador. Un hombre que toda la vida se ha volcado en la lucha contra las posesiones demoniacas, confiando en sus victorias, y que con el tiempo se da cuenta de lo infructuoso de su lucha. Mientras, el protagonista, Kyle Barnes, prefiere retirarse y no provocar más situaciones comprometidas, como las que le sucedió con su madre y más recientemente con su esposa, en su batalla con el maligno. Sus poderes tienen un fin bueno, pero el medio no le ha producido más que desgracias y desplazamientos personales.
Los actores y actrices cumplen su cometido en esta misteriosa y sugerente serie. Me quedo con el terrible y frustrante papel del predicador. Su posición de defensor de la Fe se resquebraja conforme avanza la serie, llevándolo al límite de sus actuaciones, en su batallar contra el demonio. Un serie que tiene su ritmo especial, pero que consigue atrapar al espectador con una trama oscura y llena de incertidumbre. La lucha del bien contra el mal, siempre es un buen cauce para el entretenimiento y Kirkman ha conseguido trasladar del cómic a la pantalla un producto que potencialmente promete, aunque quizás le falte explotar. Espero que así lo haga en la segunda temporada que está por venir.



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