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lunes, 3 de febrero de 2014

"Mala hierba" - Pío Baroja

Hoy reseño el segundo libro perteneciente a la trilogía "La lucha por la vida" de Pío Baroja. El autor continua contando las desdichas y el deambular por Madrid, de Manuel, el protagonista del anteriormente reseñado "La Busca". Pío Baroja continúa bosquejando, pintando la realidad de una sociedad de principio de siglo XX, en la que la lucha de clases comienza a protagonizar este relato que tiene como protagonistas a la población la gran capital, Madrid. En la anterior novela, dejamos a Manuel intentando reinventar, redirigir su vida, huyendo del ambiente más suburbano y miserable de la ciudad, negándose a entrar en el juego de la delincuencia y el mal vivir. En la primera parte del libro que nos ocupa, el protagonista logra colocarse en una imprenta,  y consigue aprender un oficio que a primera vista, podría solucionarle el futuro. Sin embargo, el destino, auténtico protagonista de la trilogía, le llevará a juntarse con una serie de personajes, que poco a poco lo irán introduciendo inevitablemente en un círculo de mentiras, aprovechados y picaresca. 

De manera desesperada, no le queda más opción que volver a vivir en la calle, donde vuelve a juntarse con lo más bajo de una sociedad excluida y desterrada del viejo Madrid burgues. Entre prostitutas, pícaros, ladrones y personajes de todo pelaje, Manuel, sigue siendo el instrumento de Baroja, para describirnos el perfil nocturno, más oscuro y miserable de los arrabales de la capital. Surgen nuevos personajes, que acercan al protagonista a un pensamiento cercano a un sociedad donde las diferencias las marca el dinero y la ley, por la que, como dice el libro "...en el mundo hay dos castas de hombres: unos, que viven bien y roban trabajo o dinero; otros que viven mal y son robados". Manuel, en un momento del libro, se ve complicado en un asesinato del que es testigo, lo que complicará aún más su existencia.

Se mimetiza la sensación del protagonista ante la vida, con una mentalidad fatalista y derrotista, donde la falta de ilusión y aspiraciones, esta marcada por los pasados sucesos del 98. Como no, Baroja, mediante un personaje de corto recorrido, recuerda las campañas en Filipinas y Cuba, donde el afán colonialista de una país débil, sacrificó a una generación, dejando un recuerdo de derrota imborrable en la sociedad española. No pierde la ocasión de criticar a la Justicia instaurada en una sociedad, donde como dice, "la maquinaria de leguleyos, togados y sin togar, sabían explotar al humilde, al pobre de espíritu, proteger los sagrados intereses de la sociedad haciendo que el fiel de la Justicia se inclinara siempre por el lado de las monedas".

Todo ello acerca el espíritu del protagonista y de la novela hacia una ideología cercana a la anarquía, protagonizada por un animalario de personajes miserables, que transitan por una sociedad en la que no hay alternativa a su miseria y de la que no podran escapar. La psicología de los protagonistas va complicándose y ahondando en una sensación de sustantivizar al perdedor que ante una sociedad egoísta y egocéntrica, decide rebelarse, para lo cual, no existe otra salida que desobediencia y la no dependencia de los demás. La siguiente frase lo define todo: "El destino para el hombre es como el viento para la veleta", y ante esta sensación, Manuel pretende luchar, enfrentarse a un destino tan cruel, que lo aplasta en la inmensidad del Madrid que le rodea. Junto a su amigo Jesús, en un alegato plasmado en el último párrafo del libro, sueña con un mundo mejor, inalcanzable, en el que no exista ni jueces, ni policía, ni autoridad. En definitiva una sociedad ideada por el hombre, en un estado superior, que busca una humanidad idílica, en la que sí puedan protagonizar y dirigir su vida, sin la intervención de lo que llaman "la ley y del deber".