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viernes, 19 de abril de 2013

"El joven Lincoln"

El comienzo del año 2013, cinematograficamente hablando, estuvo centrado, en la película Lincoln de Steven Spielberg y en la magnífica interpretación de  Daniel Day-Lewis. El colofón a su trabajo fue la obtención del oscar a mejor actor. Escasamente hace uno o dos meses, National Geografic, de la mano de Ridley Scott y de Tom Hanks, presentaron mundialmente un documental sobre los sucesos que rodearon el asesinato del Presidente de los EEUU. Lincoln forma parte de la iconografía de la sociedad americana por varias razones. La abolición de la esclavitud, la victoria de los nordistas/unionistas en la guerra de la Secesión y su asesinato justo después de ganar su segunda elección, son factores importantes a la hora de valorar al personaje. Tampoco podemos olvidar la fuerte personalidad y apariencia física de Lincoln, una imagen suficientemente importante y duradera en el tiempo, como para que su figura haya sido tratada históricamente en libros, cine, teatro y televisión.

En el año 1939, se estrenó una película en la que el director John Ford da protagonismo al decimosexto Presidente de EEUU. Pero con una característica propia. Y es que nos describe la vida del personaje en su juventud, antes de llegar a ser conocido en todo el territorio americano. Ford nos retrata a un Lincoln joven, que vive en el profundo territorio americano, en una época (1830/40) en la que el entorno rural era la base de la sociedad mayoritaria en este joven país. Por supuesto que el gran director, nos enmarca al personaje, dentro de un nutrido grupo de estereotipos que se repiten a lo largo de sus películas. Está el borrachín, el juez, el oponente político rico y engreído, las mujeres fuertes y valerosas que sustentaron a los pioneros en su conquista del territorio...
El cuadro que el director elige para describirnos la figura de Lincoln es, básicamente, sus inicios como abogado y particularmente la defensa contra viento y marea de un par de hermanos acusados de asesinato. Podríamos englobar la película dentro del género de juicios y abogados. Esta es la excusa para dibujarnos al que será Presidente como una persona justa, reflexiva, humilde y a la vez decidida y que toma la ley y la justicia como armas para arbitrar un mundo cuasi salvaje y lleno de imperfecciones jurídicas y sociales. Por supuesto John Ford ensalza, y ese es su intención, la figura de este personaje universal. 
No deja de ser clave, la interpretación de Henry Fonda. Su físico, alto y con largas piernas, a lo que sumamos el trabajo de maquillaje, nos presentan a un joven Lincoln muy creíble. Pero no desmerece en absoluto su actuación contenida y calculada, del Lincoln perfecto y casi mesiánico que nos quiere hacer llegar John Ford. 
En definitiva una película, que sin estar entre las mejores del director, representa perfectamente el mundo del oeste duro y cruel, pero también justo y en alguna manera, sentimental. Todo ello con el único fin de encumbrar a la figura de Abraham Lincoln, porque a fin de cuentas, lo que se quiere transmitir es que Lincoln además de un buen Presidente, era una buena persona.